Los investigadores afirman, que el lago Cheko, a unos 8 kilómetros del epicentro de la explosión, llenó el cráter producido por el choque de un fragmento de la roca.
La explosión de Tunguska tumbó unos 80 millones de árboles, durante los dos días siguientes, las noches fueron tan brillantes que en Londres podía leerse el periódico en la calle a medianoche.
El primer investigador en llegar a la zona fue el mineralogista Leonid A. Kulik, no encontró ningún cráter, pero sí el epicentro de la explosión, gracias la distribución radial de los árboles.
Ahora, un grupo de científicos defiende que el lago Cheko, ocupa la herida abierta por el choque a baja velocidad de una roca de 10 metros de diámetro.
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